miércoles, 22 de diciembre de 2010

Comparto contigo una pena

Hace dos horas he llamado a Salvador a quien hace casi dos semanas le pagué por una doble ventana que preparó para el salón de casa.
No era tan mayor, parecía gozar de buena salud y aunque se había retirado del trabajo de la Academia, seguía haciendo encargos sólo a sus conocidos, y entre estos yo me contaba desde 1993.
Las últimas veces que nos encontramos me manifestó, como nunca antes, el aprecio que me tenía y los recuerdos tan bonitos que guardaba de mi madre. Incluso se hizo acompañar por alumnos míos que le echaban una mano en la preparación y colocación de las ventanas, y les pidió que me expresaran sus sentimientos.
Habíamos proyectado otro trabajito con el fin de quitar algo de frío y humedad a la habitación de mi hermano y mi cuñada, Encargo que, sabiendo nuestras posibilidades económicas, me había asegurado que él no tenía prisa en que le pagásemos de inmediato. Incluso me repitió que le fuésemos dando de a poquito...tomó las medidas y me prometió hacer un presupuesto lo más pronto posible.
Cuando su hija, hace un rato, me dijo que "no me podía pasar con él porque se había ido"...me quedé muda, perpleja...Como yo no decía nada, ella intentó aclararme diciéndome que murió el pasado sábado 18. Que le dio un infarto de un momento a otro y se marchó. 
Apenas pude darle mis condolencias. El nudo en la garganta y las lágrimas que hasta este instante están  luchando por salir de mis ojos, pero que la sequedad crónica y fuerte que padezco, las envían a lo profundo de mi ser, no me permiten otra cosa que CONFIAR PLENAMENTE en el dueño de la Vida y aceptar su voluntad.
A Salvador le tengo un gran cariño y me arrepiento no haberle dado un fuerte abrazo el último día que lo ví cuando le felicité anticipadamente, con una botella de vino, por las fiestas de Navidad. Era una persona muy especial, un hombre muy bueno e íntegro. Un hombre al que hoy, al recordarlo me doy cuenta que, cuando hablaba con él estaba hablando con el mismo Jesús. Que el nombre que le pusieron en su bautismo reflejaba muy bien lo que realmente fue su vida: hizo de "salvador" de mucha gente.

Quiero compartir contigo esta experiencia...pero, junto con ella, esta otra sobre la fragilidad de nuestra existencia...basta un segundo y pasamos de la vida a la muerte.
¿Sabes a qué conclusión me lleva todo esto?
A descubrir el rostro del Señor en cada persona que encuentro en mi camino, pero sobre todo a quienes tengo que tratar con fecuencia.
Ayúdame a hacerlo.
Hasta la próxima

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